El pez en su pecera

La constancia de los cambios.

Mucho cambió nuestra sociedad desde aquellas comunidades en las que se conocían los vecinos y sus relaciones estaban llenas de transacciones que respondían a necesidades muy variadas. Mucho cambió la familia que pasó de ser extensa a estar dispersa. Las diferencias entre las generaciones aun añaden más contrastes. Parece que a una generación esforzada y resiliente le sigue una acomodada y vulnerable. Las consecuencias de estos cambios y las nuevas dificultades sociales señalan, para buena parte de la población, un campo de necesidad no resuelto por las diferentes modalidades de Contrato Social; la necesidad de apoyo y orientación.

Las soluciones rápidas.

Los libros de autoayuda constituyen un subgénero literario que ha tenido un gran éxito en las últimas décadas porque hay un público necesitado de soluciones rápidas y autónomas. Estos libros “venden” bienestar, equilibrio, paz, estrategias, “herramientas”, positividad, etc. Si bien es cierto que pueden ser útiles para casos sencillos, no está tan claro que lo sean para aquellas personas que arrastran problemas complejos y de larga evolución. Es más, se podría decir que son contraproducentes para aquellas personas que están secuestradas por su ego y enredadas en el “mi mismo” porque fomentan la hiperreflexividad que parece acompañar a muchos trastornos.

Estos libros, al igual que las predicciones horoscópicas se leen con auténtica fruición por las expectativas que tiene el lector. Se podría decir incluso, que tienen un efecto balsámico ya que su propia lectura está salpicada de hallazgos y soluciones con las que uno puede identificarse. Y aun admitiendo que muchos de los problemas que arrastramos los humanos son similares, sucede que el autor no puede dar soluciones puntuales y precisas a la diversidad.

Dicen que los animales viven en nichos biológicos y los humanos en “mundos”. Estos mundos no son tanto las circunstancias físicas y sociales como el conjunto de sueños, ilusiones, pasiones, ambiciones, temores y obsesiones desde donde percibimos y relatamos nuestra existencia. Y ¿cómo describir pautas personalizadas entre este universo de mundos?
Y ¿por qué suponemos que podemos encontrar remedios autoaplicados a problemas psicológicos y sin embargo no podemos encontrar soluciones de igual manera a problemas de ingeniería? Por pura necesidad y porque suponemos que quién mejor que uno mismo conoce su propio mecanismo.

Hay un libro, cuyo título y no su contenido, evoca lo que cada uno necesitaríamos en aquellos momentos de dificultad existencial: “La vida, instrucciones de uso” de Georges Perec. A todos nos gustaría tener un manual de vida y poder resolver problemas vitales consultándolo; buscaríamos en un índice infinito, supongamos por orden alfabético, nuestro peculiar problema y luego aplicaríamos la solución, pero este manual no existe.

Es difícil cortarse el pelo a uno mismo, se corre el riesgo de tener un resultado peor que el esperado. Pero también es difícil y casi imposible acceder servicios psicológicos públicos y de calidad. Y no estoy refiriéndome a problemas catalogados de “salud mental” que para estos ya hay píldoras mágicas, estoy refiriéndome a problemas que pueden tener solución desde el ámbito de la psicología con un enfoque conductual-cognitivo. El problema es que este tipo de intervenciones no están alineadas con el negocio farmacológico, por lo que pasará tiempo hasta que se instaure este servicio público.
La ciencia.

A Leonardo Da Vinci le costó mucho definir las dos fuerzas que intervienen en el vuelo de un pájaro: Sustentación y Empuje. Los intentos de hacer una máquina que volara se vieron frustrados y pasaron 4 siglos para que los hermanos Wright, aplicando estos principios y con más tecnología, lograran sus primeros prototipos de aviones.

¿Por qué pensamos que es más fácil reflotar una persona que reflotar un avión?

La Psicología actual se convirtió en una ciencia a lo largo del Siglo XX y evolucionando más allá del psicoanálisis y la interpretación de los sueños, fue incorporando la estadística y los modelos matemáticos para elaborar los diferentes sistemas de evaluación y psicometría. Se diversificó y expandió dando lugar a diferentes modelos de referencia conceptual; diferentes formas de entender y abordar los problemas psicológicos. Su formación es costosa y aun así es necesaria la especialización en Clínica si luego se pretende lidiar con casos complejos.

Esta ciencia no es la misma a la que nos referimos cuando de manera coloquial decimos “tener mucha psicología”. No, no es lo mismo, ni se puede reducir a los libros de autoayuda de Psicología Positiva. La Psicología actual es una ciencia compleja y extensa y pretende corresponderse con la complejidad de nuestro cerebro y nuestras circunstancias.

El olvido

Se nos olvida que pertenecemos a la familia de los grandes simios, pensamos desde el cerebro de un primate, nuestra selva se ha complicado de manera insospechada y hace falta mucho sentido común para saltar de liana en liana. Si nuestro cerebro no fuera permeable a las inclemencias del ambiente y la dificultad de localizar y agarrarse a las lianas estuviera producida por el propio cerebro nos valdría una pastillita para localizar nuestros aliados naturales y tener fuerza para asirnos a ellos cual liana salvífica.

Pero el cerebro del primate es un órgano respondiente; responde y reacciona ante el ambiente y ésta interacción puede modificar nuestro estado mental y si uno dispone de medios y oportunidades, puede modificar el entorno. Pero ni los medios ni las oportunidades están al alcance de todos, con frecuencia no tenemos cerca a la familia que nos oriente, a la tribu que nos defienda, al amigo que nos aliente, al hogar y a la cama que nos proporcione calma ante la hostilidad de esta jungla global. La ansiedad, la angustia, la depresión, las adicciones son epifenómenos, no se pueden situar exclusivamente en un soporte neuroanatómico olvidándose de la historia y del ambiente.

La salud mental y el metal precioso de la serenidad

Es muy difícil imaginarse a un individuo de la Edad de Bronce angustiado y relatando su problema en un diván igual que lo pudo hacer una dama burguesa en Austria a principios del siglo XX. Ese individuo perteneciente a los Cilúrnigos de Noega, que vivía a orillas del cantábrico, en el Castro de la Campa Torres, estaba empeñado en encontrar o negociar las menas de cobre y estaño para luego fundirlas en las proporciones adecuadas y con muchísimo esfuerzo producir ese metal precioso que era el bronce. Este empeño describía un estilo de vida para él y todo el Castro.

Imaginemos por un momento que tumbado en el diván de láminas de castaño y xinesta relatara sus penas y miedos a un avezado chamán protofreudiano sin referirse a aquellos romanos recién llegados que blandían sus espadas de hierro y transformaban con su tecnología y sus leyes todo cuanto él había conocido. Esta sería una escena demasiado distópica para Plinio El Viejo pero nos sirve para entender que nuestros miedos angustias, ansiedades y frustraciones son las respuestas ante las inclemencias sociales, ante los cambios en nuestro estilo de vida y no podemos catalogarlos sólo como problemas de salud mental.

Desde una óptica macroscópica la vida no es un caminito de rosas para una inmensa población en este planeta, en el siglo XXI. A las clases sociales más desfavorecidas se han sumado aquellas que han visto su mermado su poder adquisitivo por crisis económicas y guerras. Los diversos éxodos producidos por pulsaciones climáticas, conflictos bélicos y el vaciado de los núcleos rurales por la centralización de medios y recursos en las grandes ciudades, generan una bolsa de población en situación crítica. Y en este mismo escenario, el suicidio es una de las causas de muerte, cuyas cifras están por encima de la suma de las muertes por guerras y asesinatos. Es fácil imaginar que hay muchas personas que sufren por diversas razones y es fácil entender que el sufrimiento, si es duradero, es denigrante incluso para el más equilibrado.

Cada momento, cada lugar proporciona una combinación inestable de límites y oportunidades con una fuerza material capaz de alterar la conducta y el estado mental de manera más permanente que una benzodiazepina. La clave no sólo está en pautar un fármaco de manera personalizada en una situación problemática, sino en que la persona descubra alguna probabilidad, de modificar aquello que produce el desequilibrio. En más de una ocasión los problemas del pez proceden de la pecera.

La felicidad y el ombligo

Se entiende que, desde el punto de vista antropológico, al ser humano se le
comprende a partir de lo que dice que hace y de lo que hace realmente.
Además se pueden observar sus creencias y tópicos como productos culturales
con más o menos continuidad en el curso de la historia. Uno de estos
productos culturales o tópicos es la “felicidad”. Es un producto que lo compran
los afligidos y que lo venden aquellos oportunistas vendedores de humo.

En más de una ocasión oímos aquello de: “no pretendo conseguir grandes
cosas, lo que pretendo, es ser feliz” (¡!!)

Esta pretensión encaja perfectamente en esta cultura hedonista y ensimismada
de los países desarrollados, para el resto, que son las dos terceras partes del
planeta, es difícilmente alcanzable ese estado de felicidad, sobre todo si lo
relacionamos con la salud y la justicia.

La felicidad más parece un estado escurridizo y efímero de dimensiones
subjetivas por lo que su búsqueda parece estar abocada a la frustración una y
otra vez. Por eso dicen que la mejor manera de encontrar la felicidad es no
buscarla, no nombrarla y sobre todo abandonar el ego superdimensionado del
que hacemos gala habitualmente y dejar de mirarnos el ombligo.

Cómo elegir un buen centro para el Tratamiento de las Adicciones.

“No hay perfección donde no hay elección” Baltasar Gracian.

Los criterios para elegir un buen centro de tratamiento están muy definidos desde hace años, hay muchas referencias literarias que ilustran los factores que contribuyen a configurar un buen centro. Sin embargo al traducir los tratamientos en términos mercantiles estos se convierten en productos que podemos comprar y vender.

La exposición de estos productos terapéuticos con sus consiguientes estrategias mercantiles en ocasiones facilita y en más de un caso lo confunden todo, volviéndose difícil distinguir entre todas las ofertas aquellas que sean fiables. En este ámbito, como en todos, “vuelan buitres y palomas” y es que allí donde hay desesperación medran los oportunistas mezclados entre aquellos que siempre hicieron las cosas con rigor. Sin embargo se puede decir que hay un buen puñado de centros que son ejemplo de buenas prácticas y honestidad.

Podemos distinguir entre modalidades ambulatorias y residenciales. En este caso y por delimitar el campo, me voy a centrar en las opciones residenciales por ser las que más tradición tienen en el abordaje de las adicciones.

Los criterios para elegir un buen centro de adicciones son los siguientes:

“Individualmente somos una gota, juntos somos un océano”

Composición, experiencia y formación del Equipo Técnico.

El Equipo Técnico debería ser multidisciplinar. La experiencia clínica demuestra que con una buena combinación de psicoterapia, tratamiento farmacológico y psicoeducación se logran los mejores resultados. Este equipo debe ser fácilmente identificable tanto si se emplea una web o documentación impresa en papel.

Lo ideal es que se exponga la foto de cada integrante en la que figure formación y experiencia. Cabría confirmar luego que el equipo no es figurante y está presente en programa diario del centro. Si se accede a esta información a través de una Web conviene comprobar que la propia Web tenga algún certificado de Calidad, sea fiable, sencilla y usable, es decir sea de fácil manejo, transmita lo esencial y sea transparente.

En la Web deberían mostrarse las actividades, el programa diario, las terapias y el Modelo Teórico Referencial y los Requisitos de Admisión. Además se puede echar un vistazo a los artículos publicados de autoría propia porque nos dan pistas de la orientación del tratamiento.

Reseñas y Referencias:

Este el método clásico; lo mejor son las referencias de aquellas personas conocidas que hayan tenido experiencia en el centro a elegir, estas son las más fiables. En la misma línea valen los testimonios de aquellas personas que tras la experiencia en un centro publiquen a través de cualquier medio su grado de satisfacción y aporten datos sobre las características del tratamiento.

A estos testimonios se puede acceder a través de redes sociales, de las reseñas de Google y algunos portales especializados en adicciones. Cuantos más testimonios positivos tenga un centro será más fiable. Es decir que la puntuación que tenga el centro esté basada en la mayor cantidad de testimonios. Pero como la oferta es tan variada y compleja siempre se puede recurrir al médico, psicólogo o psiquiatra de referencia para que nos oriente.

“Cada persona, un mundo”

Atención individual:

Aunque lo más conocido son las terapias de grupo, lo que aporta calidad y calidez a un tratamiento es la atención individual de un profesional especializado.

La atención individual, desde cualquier profesión, ha de estar basada en una evaluación diagnóstica, y además han de estar claros los objetivos y la técnica de la intervención. Esta atención individual ha de prestarse manteniendo una frecuencia, constancia y ser coherente con el resto de intervenciones.

En este sentido no vale todo, no vale la “charloterapia”, lo que vale es tener respeto por la persona a la que se está tratando, lo que vale es que al profesional le guste su profesión, que sea diestro en la toma de decisiones, que su criterio este avalado por un Equipo Multidisciplinar y que sea capaz de delimitar de manera inequívoca los objetivos terapéuticos. Si a esto le añadimos un trato cálido y cordial estaremos hablando de un recurso precioso y preciado.

Instalaciones:

Hay centros cuya oferta es básicamente hostelera; ofertan habitación individual, piscina, picadero, catering, servicio de lavandería y limpieza.

Pueden estar bien si esta oferta está acompañada de una intervención terapéutica adecuada, sino es así debemos entender que la comodidad no es un criterio de rehabilitación dado que cualquier rehabilitación se ha de traducir como un esfuerzo de superación personal y este esfuerzo puede extenderse en muchos aspectos de la vida como pueden ser los hábitos de auto cuidado personal, el cuidado del entorno próximo y todas aquellas actividades que suponen el desarrollo de habilidades vitales básicas. Por lo que a un buen centro se le piden unas instalaciones dignas que vayan acompañadas de todas aquellas actividades que habiliten a los residentes para hacer frente a las dificultades y problemas que conlleva esta existencia.

“Vísteme despacio que tengo prisa”

Duración:

A todo el mundo le atrae la teoría de lograr el máximo resultado con el mínimo esfuerzo, esta teoría es muy bonita, sin embargo no es aplicable a este problema.

Si no se dispone de tiempo hay muchas opciones. Son muchos los centros y clínicas que venden programas cortos y puede que estos sean eficaces en aquellos casos no severos, sin embargo es de sentido común que un problema con años de recorrido, no se resuelva en dos meses.

La duración de un programa es difícil anticiparla en una entrevista telefónica y en ocasiones la dificultad es similar en una 1ª entrevista presencial. Se necesita una buena evaluación diagnóstica para anticipar el tiempo de duración y la evolución de la persona en el tratamiento, ya que cada persona tiene sus peculiaridades; un conjunto de límites y oportunidades que se van descubriendo en un proceso de acercamiento basado en la observación directa combinada con una buena evaluación. Por lo que en un primer momento el tiempo de duración no es un criterio para elegir un tratamiento. El tiempo es el continente y lo que importa es el contenido, es decir, qué se va hacer dentro de ese tiempo, cómo se van a llevar a cabo esas acciones y qué objetivos personales se persiguen.

“Todo necio confunde valor y precio”

5º Precio y garantías:

En general tenemos la creencia que cuanto más caro, mejor es un centro y esto sería cierto si elimináramos de la ecuación el oportunismo, la codicia y la falta de escrúpulos.

Afortunadamente también hay unos cuantos centros que están gestionados por Asociaciones no Lucrativas cuyos precios son muy asequibles y en más de una ocasión y dependiendo de la Autonomía en la que estén ubicados, se puede acceder a estos centros a través de plazas subvencionadas en su totalidad. ¿Estos últimos se pueden comparar con aquellos que dicen ser de Alto Rendimiento, cuyos precios pueden llegar 6000€ al mes? No se podrán comparar en los medios pero si en los resultados. Y esto es así por múltiples razones.

La primera es que el concepto de Alto Rendimiento o Especificidad más allá de su rimbombancia, debería estar relacionado con los resultados y estos no se miden tras el Alta, debería haber un seguimiento de varios años y parece que el Alto Rendimiento no da como para hacer un seguimiento de estas características. Otra razón que puede orientarnos a la hora de aquilatar los precios de un centro es, que atribuir a un centro, de manera exclusiva, el resultado de un esfuerzo que ha de mantenerse años por la persona afectada después de la salida del mismo, es algo más que una presunción, es la argucia de un trilero que se aprovecha de la desesperación de las familias afectadas.

Esto lo entiende todo aquel que, después de años, haya dejado el consumo de tabaco y siente periódicamente las “ganas de echar un pito”, este es el caso de cualquier adicción. Pero hay más evidencias; en España hay más de una docena de centros con una experiencia acreditada de más de 30 años en el tratamiento de las adicciones y con una relación coste/ beneficio óptima y en los que eficacia, eficiencia y efectividad forman parte de su fundamentación empírica y no de una estrategia retórica de marketing. Por lo que ante la emergencia de una adicción en la familia, merece la pena pensar con calma qué desembolso se va a realizar, qué prisa tenemos en resolver el problema y si sobre todo no confundir expectativas y deseos con la realidad porque detrás de esta confusión se esconde el fraude.

Certificaciones: En cada autonomía hay procedimientos legales para las Autorizaciones y Acreditaciones de los centros socio sanitarios, entre los que se encuentran los Centros de Tratamiento de Adicciones. Estas acreditaciones se basan en la cualificación de los equipos, en la calidad de las instalaciones y en el conocimiento del Programa Terapéutico, en definitiva este es un sistema de evaluación externa. Este es otro criterio básico para elegir un centro; saber si está autorizado y acreditado por la Comunidad Autónoma.

“Despacito y buena letra, que hacer las cosas bien importa más que hacerlas”.

Gestión de Calidad: Aunque no es un requisito tener actualizado un “sello” de Calidad si es conveniente que algún procedimiento de gestión de Calidad se haya implantado a lo largo de varios ciclos y así haber instaurado una cultura de Metodología Evaluativa. Estos protocolos están destinados a evaluar los Procesos y Resultados y por tanto a definir qué prácticas son las fundamentales y fundamentadas, cómo llevan a cabo y cómo medir los resultados de manera segmentada.

Red Asistencial y Red Asociativa: Para finalizar, parece necesario que un buen centro esté integrado en la red asistencial autonómica porque esto garantiza la continuidad del Tratamiento y Seguimiento Estadístico a través de varias modalidades y recursos. Y cabe recordar que el Seguimiento Estadístico es básico para evaluar de manera más precisa la eficacia de los centros.

En este Seguimiento Estadístico se puede ver el recorrido que los pacientes hacen por los diferentes recursos y observar de manera fehaciente y a lo largo de años los esfuerzos terapéuticos y sus resultados. A través de este seguimiento estadístico se puede observar como en más de un caso se acumulan varias Altas Terapéuticas, estas evidencias nos recuerdan el carácter crónico y recidivante de las adicciones por lo que cabe desconfiar de aquellos centros que garanticen curaciones definitivas. Es más realista y prudente entender que las adicciones pueden estar presentes a lo largo de años y esto justifica la realización de varios esfuerzos terapéuticos.

Además, en el caso de ser una asociación no lucrativa si está incluida en alguna ONG estatal, mucho mejor, como puede ser UNAD, la Unión Nacional de Ayuda al Drogodependiente o la FAD, Fundación de Ayuda al Drogodependiente, Ongs con casi 40 años de experiencia. La pertenencia a estas redes es otra manera de obtener referencias válidas ya que estas grandes plataformas promueven las BB.PP, Banco de Buenas Prácticas, los sistemas de Gestión de Calidad de sus asociados y a través de sus foros una Formación Continua y un intercambio de conocimientos.

Podemos concluir que cuando se trata de elegir un centro de tratamiento de adicciones, merece la pena informarse bien, descartar a quien trate de vender humo o el 90% de resultados, esto último es en cualquier caso falso. Todos sabemos que las prisas son muy malas consejeras, por lo que conviene apurar bien los tiempos para tomar una decisión y no olvidar que a largo plazo el verdadero protagonista del esfuerzo terapéutico es la persona que se empeña de manera perseverante en superar su adicción.

Una experiencia personal.

relato personalUna experiencia personal

La situación era que estaba separado emocional y físicamente de mi familia. Al perder mi trabajo, mi vivienda y mis estudios regresé a España.

Hablando con mis familiares y amigos consensuamos mi ingreso en el centro terapéutico el Valle. Gracias a ellos y también a las subvenciones finalmente duró algo más de 13 meses, unos 400 días de tratamiento dual por adicción y trastornos de la personalidad y del ánimo.

¿Qué esperaba al entrar el primer día? Esperaba salvarme: buscar soluciones a mis problemas personales, dar los primeros pasos para desvincularme de una relación de más de 10 años con las drogas y poder paliar aquellos daños y aquella desviación de mí mismo que pudiesen impedirme tener familia y realizar mi trabajo.

Mis comienzos en el programa fueron muy difíciles. Por un lado iba ‘sobremedicado y con un estado mental terrorífico’ que me hacía estar muy aturdido y anestesiado emocionalmente, incapaz de ser consciente de gran parte de todo lo que ocurría. Por otro ‘normalizar y aceptar mi nueva situación y mi reto’ y además, claro, ‘adaptarme a mi nueva vida’: horarios, normas y sobretodo mi forma de ser, mi comportamiento y mi forma de expresión con los compañeros, la integración esencialmente. Cuándo me desperté el primer día  vi a la gente  y durante muchos más días sentí un cierto desaliento, cómo si formar parte de aquello me fuera a marcar de una manera terrible a sabiendas que aquello era necesario. En ese aspecto, el ambiente me resultaba ajeno y hostil redundando en mi tendencia a desinteresarme y plegarme sobre mí mismo. Así pues, yo creía que de algún modo cuanto necesitaba era esencialmente recuperarme del shock, de las circunstancias en que se produjo mi vuelta.

 Por aquel entonces y desde el principio ya intuía yo que aquello tenía el aspecto de ser algo más que un pequeño proceso, de hecho supondría un impás, una brecha sobre el continuo de mi vida de proporciones tan descomunales que me resulta evidente que no pudiese ni imaginarlo. Allí es lo que encontré. Siendo así, sin embargo yo estaba convencido hasta la médula de que si quería habría de confiarme y abrirme totalmente a las indicaciones y correcciones del equipo. Qué gran conciliador, qué sensación de afinidad, no me extrañaba el efecto benigno y de alivio que sentí al encontrar una primera fórmula personal para aplicar en más bien bastantes casos: ‘Está bien Ignacio, así es el mundo, así son las personas’. Reconocer el ‘así soy yo’ me llevaría aún un largo trayecto. Si no hubiese sido por la mediación coordinada de la psicóloga, los trabajadores sociales y de psiquiatría así cómo los otros monitores no sé si hubiese terminado por abandonar, a menudo rozaba o remoloneaba el punto de rendición. Entre las primeras impresiones que recibí y que me llamaron poderosamente la atención y aún lo hacen es que dentro de la comunidad del Valle, y esto lo iría escrutando con el tiempo, encontraba como una miniatura de la sociedad. Allí llegan a tratarse personas pertenecientes a todos los estratos y de condiciones tan diversas, y a todas se les acepta sin distinciones de ningún tipo, sea racial, sexual, ideológica o económica y tras un breve estudio comienza a generarse una dinámica de actuación para las particularidades de cada cual. Había gente sin estudios, emigrantes, trabajadores en paro, gente de negocios, con alta preparación, expresidiarios, ancianos, madres, mujeres y hombres maltratados, estudiantes, gente con una situación socioeconómica solvente o muy expuesta, gente sin vínculos con su familia, divorciados, con hijas o sin ellas, una variedad tremebunda perteneciente a todos los estratos sociales, con problemas y limitaciones propios viniendo de mundos ciertamente diferentes que a veces parecía un logro humano en sí el mero hecho de poder sentarnos a comer todos juntos día tras día. Y las diferencias no sólo quedaban ahí, también estaban las diferencias de cada uno en cuanto a su manera de entender el tratamiento: su honestidad, su actitud y su compromiso. Algunas personas que parecían que iba a recalar de campamento o de picnic forestal en cambio otra gente se mantenía estoicamente súper seria e implicada del principio a fin, con su historia y con el resto de la comunidad. Ví gente abandonar a las dos horas, a los dos meses, gente que recaía a los 10 pero también los que salían con su alta médica y volvían con otra luz tan sólo a saludar. Estos últimos me resultaban inspiradores ya que encarnaban y atestiguaban los efectos benefactores del tratamiento y además otorgaban una cierta sensación de seguridad que pude asimilar como que ‘el que aguanta, lo consigue’.

Hubo un monitor de Terapia Ocupacional que a fuerza de insistir de tan buen talante infundándome mensajes de esperanza, alegría, energía a todo riesgo de aquella forma tan auténtica, pura y campechana que parecía cambiar el clima al aparecer por allá. Los consejos y gestos en su boca rescataban una fuerza de una llaneza grandiosa. No había motivos de más para preocuparse ni para liarse porque lo cierto es que había tanto que hacer para ocuparse bien que con aquello ya era tanto. Los reforzamientos, recordatorios, la confianza que me hacia ganar en mí me rescataban de mi desatino. De él recordé el gusto por la naturaleza en todas sus expresiones. Empecé correspondencia por cartas para retomar contacto con todos mis familiares, reviviendo recuerdos, compartiendo esperanzas y recibiendo mucho apoyo en las llamadas durante los fines de semana. A veces esa voz al otro lado del teléfono era suficiente para reconectarme a la vida y recobra fuerzas para continuar despejado.

Habría de remarcar que el grupo y afinando las relaciones entre nosotros y con los educadores sociales y monitores también son representativos, definen en gran parte no sólo el ambiente dentro de la comunidad si no la calidad de las terapias y del tratamiento en última instancia.

A los tres meses, empecé a tener salidas alternas un fin de semana sí y otro no, lo que revalorizó mi tiempo con la familia y empezó a permitirme poner en práctica las pautas y el modo de vida que aprendía en el tratamiento en la calle y en mi casa.

Sentirme mejor conmigo mismo, recuperarme de unos años muy duros, madurar y digerirlos eran ya parte consciente y presente en mí. Aprender que bajo un orden (de la cama al ropero), unos hábitos de sueño, comida, higiene (de la bucodental a la postural), ocupación, deporte, aprendizaje, de convivencia podría, tal vez, seguir adelante. Esto entre otras cosas, me lo inculcaron las terapeutas y trabajadores sociales.

La vida y las circunstancias nos imponen el malestar, la pena, el sufrimiento físico y el psicológico. El tiempo lo trae y el tiempo lo cura. Pero también nos brinda la oportunidad de elegir, de aprender, de actuar frente a cada situación minimizando ese sufrimiento. Yo sufro auténtica y voluntariamente por cosas que no está dentro de mis posibilidades cambiar y también por mi descontrol en las relaciones afectivas, pero al menos soy consciente de ello.

Conozco el exceso, la contención, la privación y creo que es momento de discernir entre aquello que es feo y dañino para la deuda que tengo hacia la propia vida y la muerte, hacia mis seres queridos.

Pero hay otras tantas cosas, tan básicas y tan importantes, que empezaré diciendo que me hice un ser humano. He aprendido mucho sobre mí mismo: mis tendencias, mis carencias y mi perfil comunicativo y conductual a través de las terapias grupales e individuales, de las hojas de reflexión.  Sobre qué tengo que trabajar y qué impulsos debo contener y qué emociones y pensamientos vehicular. Tuve muchos altibajos, tropiezos conmigo mismo, con otros compañeros, con el equipo, momentos muy duros con los que tuvimos que bregar juntos para continuar. Aprendí a disculparme, reconocer y pedir ayuda, aceptarla y subordinarme. Qué debía aprender a reconocer, a afrontar o a evitar para no recaer ni en el consumo ni comportamentalmente. Aprendí valores, a tener consciencia y manejo sobre mis estados gracias, entre otras cosas, a la atención plena o mindfullness, el control del cuerpo y la meticulosidad en el trabajo de campo o con las manos. Un monitor de ocupación con una vida a sus espaldas en ese tipo de trabajos y un psicoterapeuta con formación en esa disciplina, esa rutina de entrenamiento atencional, me ayudaron mucho. A estas alturas mi comportamiento, mi actitud y mis opiniones comenzaron a transformarse. ¿Cómo evitar quedarse incólume ante el sufrimiento explícito y el aún más voraz, interior, de las vidas que me rodeaban? ¿Qué hacer cuándo veías a la gente dejar de luchar por sus vidas, atajar todo asintiendo en la superficie? ¡¿Y mi familia, qué pasa con mi familia y conmigo mismo dentro de ella?! Pudimos comenzar tras apagar los primeros fuegos y sanearme, reconfigurar y asentar los primeros pilares. Empecé a salir cada fin de semana, no sin pasar crisis y mucha ansiedad, inseguridad, nerviosismo de estar sólo o simplemente en público. Aunque los sentimientos de pertenencia y redescubrimiento de mi lugar entre los míos ya empezaban a florecer autoafirmándome. Eso impulsó la fuerza de revivir el silogismo de ‘si es bueno y me funciona, ¿porqué no seguirlo?’ así cómo toda una recuperación de la lógica natural y normal de las cosas. Ahí dentro aquello si era de ley. Una apertura pequeñita, pero en mí lo suficientemente amplia para seguir nutriéndome. La estancia allí, aunque costosa empezaba a operar cambios profundos dentro de mí.

Llegué al punto de considerar que no podía estar en mejor posición, ¡Desde aquella sima de miseria y perdición sin lugar a conmiseración o recuperación alguna! Me dije: ‘Si realmente estoy tan mal como estoy descubriendo, aunque me cueste aceptarlo las personas que más quiero parecen tan contentas y hasta yo empiezo a encontrar cierta satisfacción de ultrafondo en corregirme y mejorarme valorando que además tengo a disposición todo un equipo de personas a las que he comenzado a apreciar de todas las formas que me son posibles, consagradas, cuya profesión es ayudarme a estar mejor, aquí es dónde debo estar, sea el tiempo que sea. Ahí tomé la muy resuelta decisión de, en lo concerniente a mi alta, irme con todo el trabajo que pudiese hecho, dentro naturalmente de las expectativas y los límites de mi falible honestidad, y cuándo ellos consideraran que estuviese lo suficientemente preparado para enfrentarme a lo que me esperaba fuera.

Estoy hablando de momentos de lucha en los que uno perdía la creencia de poder con uno mismo, de vencer aquello que le impulsaba a obrar malamente para los otros y para sí también. Cómo contrapunto diré que era verdaderamente excitante y emocionante comprender que ése era el lugar para exponer y sacar tal o tal cosa de esas que iba arrastrando o cargando. El entorno era el adecuado y estaba controlado las 24h por lo tanto abordar otro tipo, todo tipo de cuestiones sin más ataduras que las de mejorar y sin más meteduras de pata en lo que imaginaba que llegaría por alcanzar, la cotidianeidad.

Hubo un educador social cuya relación me resultaba un indicador del progreso y de mi propio estado. No acertaba a saber como esa presencia enigmática e imponente, tan firme y contrariadora como beatificadota y comprensiva podía tener tanto calado sobre mis respuestas. Parecía resultarle evidente o trivial mi caso y como exasperarme al límite o pacificarme y reconocerme en cualquier momento. El propio tiempo aprendiendo de y con él fructificó haciéndome comprender en parte de qué manera sus métodos y argucias surtían efecto en mí. Jamás conocí a un hombre más fuerte y entero.

Aprendí a parodiar y reírme de mis propios lóbregos tormentos, de mi incapacidad en asuntos triviales. Refutar mi astuta y enconada estupidez de forma impecable. Liberar toda duda, cada resquicio de inseguridad y pesimismo antes de afrontar cada trance importante. Y seguir, no parar nunca de hacerlo.

Los que compartieron la mayor parte de mi terapia pudieron apreciar el tremendo cambio en términos de habilidades sociales, de actitud, terminando por encontrarme con una fragmentación tremenda en la percepción que tenían los pacientes que compartieron mis inicios y los recién llegados, llegando a retratarme por ellos en la fase final de mi tratamiento como alguien que francamente jamás esperé ser o parecer: ‘trabajador, implicado, amable, con las ideas muy claras, que transmite calma, respetuoso, educado, culto, formal’ agradeciéndome ‘el buen trato que demostré hacia tus compañeros’ o ‘lo enriquecedoras que resultaban mis hojas de reflexión’ sin dejar de recordarme que debía ‘seguir adaptando mi forma de expresión, trabajar mi introversión, seguir esforzándome al máximo en mi afán de aprendizaje y en el trabajo, apoyándome en mi familia, sonriendo sin restricciones, mejorando mi actitud, mi organización, mi puntualidad, que no dejase de utilizar mi inteligencia para bien y no en mi contra’ y agradeciéndome en resumidas cuentas.

La paciencia, la tolerancia, la disciplina, la humildad, la asertividad, la empatía, la templanza, la solidaridad, todo ello cobró un sentido más vivo, más real, se hicieron verbos. La educación en valores fue algo increíble, uno los pierde y está perdido.

Encontré muchas dificultades para relacionarme tanto para afinar en los horarios, el interés y el conocimiento por todas las normas y límites dentro del tratamiento y también de una vida normalizada. Esto fue una constante durante el tratamiento y también a día de hoy. Incorporar las habilidades sociales que me permitiesen hacerme algo más permeable y comprensible a los demás, para aprender a comprender, a escuchar, a ser alguien normal. El deporte, la ocupación y los grupos de debate, los encuentros y sesiones de convivencia, el aprendizaje.

Remarcaría cómo muy significativa la implicación en la práctica de resolución de problemas personales cotidianos o de mayor envergadura. Saber tomar y conciencia y reconocer, diferenciar qué es un problema en base a si tiene solución. No se sabe cuanto a veces, es formularlo adecuadamente, encontrar el planteamiento y la definición apropiada. Antes de plantearse soluciones de dónde vengan y analizar su efectividad y relación en el tiempo. niebla para seguir y seguir. Aprendí que no es no, porque yo quiero y elegí que de ahí en adelante eso y no querer anestesiarme o doparme o relagarme y arruinarme y defraudarme e intoxicarme.

Y para que esto pueda ser así, he de tener presente cuándo estoy sobrepasando mis límites de confiabilidad, cuándo saltan los chivatos, entre otras muchas cosas, día a día, para no tener otro consumo ni otra recaída.

Empecé a salir de jueves a domingo. Encontré un trabajo de fines de semana, unos cursos de inglés y de francés. Y me reencontré con relaciones perdidas durante el camino. Aprendí que tenía una familia, a ser parte de ellos. A día de hoy estoy integrado y con una gran aceptación por su parte, esto hubiese sido imposible sin la intervención, consejo y asesoramiento de la psicóloga. Aprendí a hacer críticas definiendo objetivos, describiendo la situación al nivel de conducta observable, expresando mis sentimientos y reforzando el cambio o el intento del mismo.

Trabajar la expresión y recepción de críticas fue algo costosísimo para mí, aunque logré incorporar algunos automatismos muy productivos. Así como otras actividades participativas consiguieron encaminarme en este aspecto. Aquí seguiré señalando la valiosísima tarea de educadoras sociales.

Me empecé a preguntar porqué me era tan difícil, puesto a ello, darme cuenta de mis problemas. Acostumbrado a mentirme y a evitarlos, a distorsionarlos, a soterrarlos y todo eso procede del mismo nodo desde dónde razono, analizo, desde dónde puedo reconocerlo: mi mente y mi pensamiento. También porque me he dirigido malamente, echando por tierra mi educación y mi proceso de maduración. Me he descuidado, perdido y sobrepasado muchos límites del respeto, la confianza, la responsabilidad, el amor, hasta no saber qué estaba bien o qué estaba mal, si era correcto o incorrecto.

Gracias al apoyo inconmensurable del equipo del centro, su cercanía, mi familia, los compañeros y algunas otras personas allegadas saqué la ilusión, la fuerza de voluntad, mantener el convencimiento aún en los momentos de

Reconocer y aceptarme a mí mismo, a los demás, al mundo. Renovar mis votos con mi mejoría y la abstinencia, no conformarme, seguir pegado al suelo, aprender a caminar solo de nuevo siendo meticuloso e implicándome en aprender, en formarme para rehabilitarme y transformarme. Sufriendo, desesperándome, ajustando las expectativas, los sentimientos y luego aprendiendo a simplificar, clarificar, concretar, a llevarlo con más levedad y con más tranquilidad son procesos orgánicos que se desenvuelven lentamente y como los dientes de una sierra el esfuerzo termina por llegar a una desesperanza creativa y sigues avanzando. Comprender esto es básico.

Entre todo esto habíamos logrado llevar con éxito una retirada progresiva de la medicación, en comunicación entre el equipo del centro, mi psicóloga y mi psiquiatra asignada en el C.S.M. Es muy difícil describir qué ocurre cuándo uno pasa de estar muy medicado a aprender a autocontrolarse tras la retirada de medicación. No hablo del malestar inicial que genera el parar el tratamiento farmacológico, hablo de recobrar movilidad, de que te cambie la cara, el gesto, las capacidades cognitivas, la caligrafía, el léxico, la postura, la capacidad de concentración, la memoria, que sientas y pienses más vívida y claramente. No tiene precio despertar de ese letargo, recobrar fuerza en las manos y en las piernas, reconocerte en tus ademanes y en tus rasgos. Es como volver a la vida, el temor a estar con la etiqueta de ‘enfermo mental’ y ‘paciente crónico’, ‘incapacitado, no autónomo’ es muy poderoso, paraliza y desdibuja cualquier perspectiva de futuro profesional y familiar, pero a veces se puede vencer o reducir las dosis, limitarlas a situaciones puntuales.

Al final del tratamiento llegué a la conclusión que de algún modo el aprendizaje, la terapia se personificaba en los miembros del equipo, sin duda los más avezados de la comunidad. Eran ellos quienes a mi ver habían logrado constituir un todo personal moral, denso y consistente muy apurado al que atenerme, más fuerte, liberador, responsable y capaz de cuanto hubiera encontrado nunca antes. A estas alturas estaba fuertemente integrado y concienciado de cómo progresar en comunidad. Había hablado de todo en mi terapia personal, de forma que la psicóloga logró devolverme una imagen de mi persona desde pequeño hasta mi vida más reciente nueva y sencilla, muy reveladora en su totalidad. Aprendí de aquella soledad, de aquella necesidad a recuperar la confianza en los estándares deseables para mí y para cualquier persona.

¿Cómo iba a creer yo que ellos, o cualquiera, podría ayudarme a desenredarme en todas aquellas cuestiones?

Así llegado el momento se me informó que me fuese preparando, que mi tratamiento estaba llegando a su fin.

El equipo se implicó mucho conmigo, tanto tiempo, dedicación, esfuerzos de ánimo, de trato, de comprensión, amabilidad, compasión, a bregar con tantas cosas de mis circunstancias. Postergar la gratificación y mantener los compromisos con la dedicación y tiento que requiere la propia vida se convirtieron en hechos: la abstinencia y la evolución y consecución del programa; el restablecimiento de mis relaciones familiares y una diligencia e interés prolongado por instaurar nuevos hábitos y maneras de relacionarme. Dar los pasos para reengancharme a mi vida académica y cimentar los pasos para la inserción laboral y una cierta autonomía económica.

Al final de la terapia redescubrí la ira que albergaba y las dificultades que me generaron a lo largo de mi existencia. Ésta nos pone en contacto con nuestro lado más instintivo, más próximo al lado animal y nos liga al instinto de preservación. No puedo imaginar cuantas cosas más podría haber descubierto sobre mí si alguna tan importante como esa había seguido agazapada tras más de un año allí. Por lo tanto no quería pasar página con el tratamiento, sin escribir un buen broche final, sin estar bien dirigido, haciendo y manteniendo esfuerzos cada vez mayores para afrontar los retos que tengo ahí afuera. Aquí empecé a trabajar mi sonrisa como algo determinante, la mirada, la postura, el gesto me había cambiado así que había llegado el momento de ir más allá.

Entre todos hemos construido alguien mejor, son referentes y a día de hoy me gusto, respeto mi historia y me doy la oportunidad de ser digno, honrado, educado, sano y decente y este es el afortunado fruto de la estancia en comunidad terapéutica.

Estoy trabajando y estoy estudiando. Estoy estable y mejorando, tras un tratamiento y una deshabituación farmacológica que va por buen camino. Tengo una relación floreciente a nivel familiar,  amical, laboral y sentimental y esto es cuanto espero de mi vida, que transcurra por este cauce.

Hasta aquí una crónica personal, la mía, mejor o peor redactada y procurando guardar un cierto orden cronológico.

 

El Alcalde de Tuñón visitó El Valle.

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Esperábamos esta visita como agua de mayo aunque fuera Abril. El encuentro fue cordial, nos centramos en las dificultades que tenemos quienes desarrollamos nuestro trabajo en el ámbito rural en general y en particular en aquellos pequeños obstaculos con los que nos encontramos diariamente.

Jesús Muñiz es un alcalde comprometido en un Ayuntamiento muy difícil de gestionar, aun así pretende aportar su granito de arena para mejorar el Concejo. Desde aquí queremos apoyarle por enfrentar los retos con medios escasos, por intentar estar en la política, en estos tiempos tan denostada, y sobre todo por pelear por las áreas rurales tan bellas y tan olvidadas.

Atención Plena y el Cultivo de las Emociones.

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Un paso más allá del entrenamiento atencional podemos situar las técnicas contenidas en las antiquísimas propuestas del cultivo de las emociones. Estas propuestas se asientan en el hecho de que las emociones, los pensamientos y sensaciones son productos del instrumento que nos permite ver y entender el mundo, no son el mundo mismo. Y en el supuesto de que las emociones no son sólo sucesos que emergen en nuestra vida de manera inesperada y caótica, además se pueden cultivar.
Cada vez que introducimos una nueva técnica debemos recorrer mil veces el camino entre la teoría y la práctica, tanto más cuanto más diverso sea el grupo al que se pretenda facilitar esta experiencia. La puesta en marcha de las sesiones destinadas al cultivo de las emociones precisa del conocimiento de las limitaciones y posibilidades que tienen las personas a las que van dirigidas máxime cuando los grupos son heterogéneos. En personas que no poseen los requisitos del aprendizaje, en aquellos trastornos que hacen que las personas miren hacia si de manera exagerada, o en aquellos casos que la patología psíquica y los efectos de la medicación dificulta, cuando no impide, llevar a cabo los ejercicios prácticos y el consiguiente aprendizaje.
¿Cómo construir un imaginario con emociones cercanas al amor y la serenidad si fuimos abandonados o nos criamos en una familia disfuncional? ¿Cómo mantener la atención durante 15 minutos en un objeto entre la maraña caótica de imágenes y diálogos recurrentes que entretejen la niebla psicótica?
¿Cómo mantenerte despierto y mantener la postura desde el sueño narcótico de la medicación y su consiguiente atonía? ¿Cómo encontrar el lenguaje que facilite la experiencia de atención plena cuando faltan los prerrequisitos del aprendizaje? Cómo responder a estas preguntas si no es entendiendo que necesitamos combinar estas técnicas con otras terapias metodológicamente coherentes y finalmente, programar y desarrollar las sesiones de Atención Plena con  paciencia y compasión.

Atención plena en el tratamiento de las adicciones

Con la siguiente propuesta queremos enmarcar las prácticas del terapéuta correspondientes al programa de Prevención de Recaídas basada en la Atención Plena desde el Centro de Tratamiento de Adicciones el Valle. Dicho programa goza de suficiente fundamentación en el ámbito de las adicciones a drogas y alcohol.

Las prácticas personales.

El terapeuta es primero que debe realizar sus prácticas. En este sentido, el aprendizaje de las técnicas y su posterior aplicación, no se diferencia de otros casos, ya que de la misma forma que cuando se aplica una batería de ejercicios destinados al desarrollo de las Funciones Ejecutivas, se necesita entenderlos y resolverlos antes de aplicarlos con otras personas, así, en este caso, el terapeuta debe adiestrarse previamente. Este entrenamiento es imprescindible, ya que es la práctica la que permite conocer el amplio repertorio de dificultades que podemos encontrar en los primeros ensayos.
Los primeros ensayos personales no son complejos pero pueden ser infructuosos en la consecución de la meta final. En este caso particular es necesario familiarizarse con técnicas que tienen un componente sensorial muy alto y requieren la perseverancia de cualquier disciplina. Esto hace que no encontremos resultados rápidos y que en más de una ocasión lleven a quién lo practica a la frustración y al abandono. Por lo que conviene orientar y secuenciar el proceso de acercamiento a la experiencia de Atención Plena.
El proceso.
En ocasiones importa mas el proceso que el resultado y el camino que la meta.

Podemos decir que vivimos en la cultura de la acción y en ocasiones del más frenético activismo. Desde nuestro trajín diario, desde el “maya”, desde la cultura del esfuerzo, de la agitación, del afán, actividad y trabajo, a la cultura del no deseo, de la aceptación, la calma, la contemplación y la compasión hay todo un itinerario repleto de dificultades.
De manera análoga a otras sesiones terapéuticas, conviene no perder de vista las características de aquellas personas a las que se dirigen las sesiones de Atención Plena y Prevención de Recaídas. En este caso, el grupo está formado por personas con Trastorno por Abuso de Sustancias en las que además están presentes otras patologías psíquicas. Cabe suponer además que hay una cantidad significativa de personas sujetas a una pauta de medicación psiquiátrica y que estas características influyen a la hora de relajarse y centrar la atención, por lo que deberían definirse las adaptaciones necesarias y las expectativas en cuanto al impacto de estas sesiones. Una vez más, el largo camino entre la teoría y la práctica lo tiene que recorrer el propio terapeuta, convirtiéndose así en la variable más importante a la hora de valorar la eficacia del programa.
En este proceso de acercamiento a las citadas técnicas, una de las dificultades es la expectativa de que todo esfuerzo tiene su recompensa y al menos en este caso, la recompensa, no siempre es la que se espera, ni llega cuando se necesita. Parece necesario, una vez más, entender que este proceso es tanto más eficaz cuanto más corazón y cariño se deposite en los ejercicios. No hay paciencia sin corazón.
Dado que las dificultades son evidentes, es habitual que se anime a dichas prácticas persuadiendo a quienes se inician con un repertorio de efectos benéficos, siendo este un planteamiento contrario a los fines que se pretenden y a su matriz filosófica. Como alternativa, cabría instruir a los practicantes noveles en la idea de que en dificultades de focalizar la atención en el objeto de absorción se esconde el propio efecto terapéutico; así sucede que cuando alternamos el foco de atención con  pensamientos, emociones o sensaciones emergentes tenemos la oportunidad de “reeditarlos” de manera más ecuánime.
Por otro lado, el primer persuadido es el propio terapeuta.
La reedición y actualización de las técnicas ancestrales procedentes del budismo requiere un nuevo nombre, un buen empaquetado y un maravilloso y llamativo lazo para venderlo; “Mindfulness”. Tenemos así un producto académico que se compra y se vende atribuyéndole una amplia gama de bondades, a saber; mayor rendimiento académico, menor resistencia a los cambios, más resistencia al fanatismo, más calma, más felicidad, serenidad, etc. En definitiva, desde la filosofía de la aceptación y el “no deseo” obtenemos un producto destinado a cumplir todos nuestros deseos. Esta paradoja la debe resolver el terapeuta acotando las expectativas desde el primer momento.

Sera de la Lama. Educador Social del Centro de Tratamiento de Adicciones El Valle.

Prevención de Recaídas y Atención Plena. Un camino de la Teoría a la Práctica.

1º El modelo de referencia teórico.
2º Un poco de historia.
El modelo de referencia teórico
Desde la Teoría de la Prevención de Recaídas aportada por G. Alan Marlatt de orientación conductista hasta su obra póstuma Prevención de Recaídas en conductas adictivas basada en Mindfulness ( MBRP) hay todo un recorrido con una serie de referentes como son Mindfulness para la Reducción del estrés ( MBSR) de Jon Kabat-Zin y Terapia cognitiva basada en Mindfulness (MBCT) de Zindel Segal.
La propuesta práctica es contemplar de una manera compasiva los pensamientos, sensaciones y emociones implicados en nuestro comportamiento para poder modificar la cadena conductual recurrente que interviene en una recaída de consumo de drogas.
Parece necesario recordar que el citado Programa mantiene una relación coherente con el resto de intervenciones propias de un programa multicomponente, como es el Programa del Centro de Tratamiento de Adicciones El Valle.
Un poco de historia
Desde una óptica histórica la incorporación de las técnicas de meditación en las citadas terapias de orientación cognitiva-conductual es una forma operativa de fusión cultural.
La razón de incluir este apartado antes de iniciar el desarrollo de este programa, está fundamentada en el hecho de que las técnicas que se proponen proceden de culturas no siempre conocidas por las personas a las que se dirigen estas sesiones. Estas culturas corresponden a una cosmovisión que engloba filosofías y sistemas de creencias muy diversas; budismo, zen, hinduismo, yoga, etc. El impacto del pensamiento oriental en occidente es secular, influyó en la filosofía europea y sus técnicas están presentes en los rituales de la mayoría de las religiones.
El Mindfulness como técnica de focalización de la atención en el momento presente se apoya en diversos elementos sensoriales como centros de atención:
– La propiocepción de la respiración y su ritmo regular.
– Focos visuales, como la llama de una vela y los mándalas.
– Focos acústicos, como las letanías, los mantrans, entendidos estos últimos, no en su acepción de               metamensajes sino como sonido puro emitido a una ritmo regular.
– Foco táctil, como el rosario, tasbih o másbaha.

Cabe recordar, por tanto, que no hay nada novedoso en estas prácticas, todo lo contrario, son prácticas ancestrales de gran soporte literario y empírico.
La novedad reside en sus aplicaciones y en los procedimientos de falsación a las que han sido sometidas desde las técnicas neurobiológicas actuales.
Una nueva experiencia requiere un nuevo lenguaje.
Dichas filosofías aportan un lenguaje propio repleto de figuras, analogías y metáforas destinadas a ilustrar, animar o inspirar las prácticas y sus fines.
La aplicación de las citadas técnicas requiere el uso de un lenguaje coherente con la cultura del Grupo Objetivo, por lo que merece la pena hacer un esfuerzo de traducción, relacionando los términos propios con experiencias y significados comunes para acercarlo a nuestro esquema cultural. Una vez más, al igual que en otras sesiones es conveniente evitar tecnicismos y terminología peculiar a la vez que extraña.
Para hacer la traducción, el terapeuta necesita documentarse y entender los significados de aquellos términos más relevantes. Por ejemplo; Atención Plena y Mindfulnees no son términos coloquiales y su significado deberíamos construirlo a partir de elementos culturales propios. Un término que se acerca a Atención Plena es “Contemplación” en cuanto a que se refiere a la cuidadosa atención que le podemos dedicar al momento presente. Llegado a este punto parece que la dificultad reside en el objeto de atención elegido, en este caso, el momento presente, el instante infinito que se resiste a ser revelado por la emergencia incesante de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones.
¿Cómo se mira a si misma la vida misma? Con muchas dificultades. El primer paso es entender que solo parándonos somos capaces de observar. El segundo paso es entender que nuestro cerebro es un órgano respondiente y nuestros pensamientos son productos inestables, surgen del pasado en forma de recuerdos y del futuro en forma de deseos, fluyen de manera caótica y solo podremos “verlos” retrospectivamente. La manera de abordar las primeras experiencias de Atención Plena requiere una actitud paciente y disciplinada ya que solo a través de la práctica rutinaria se logran los resultados.
Serapio de la Lama López.   Educador Social del Centro de Tratamiento de Adicciones El Valle

NUEVAS TERAPIAS PARA DROGODEPENDIENTES CON PATOLOGÍA DUAL: LA MUSICOTERAPIA

La música es tan antigua como el ser humano. La musicoterapia como especialización científica y profesional, es una disciplina incipiente en España, pese a contar con un largo recorrido y tradiciones propias desde hace muchos años en otros países de Europa y Estados Unidos.

Musicoterapia es el uso de la música y/o de los elementos musicales (sonido, ritmo, melodía, armonía) por un musicoterapeuta, para facilitar y promover la comunicación, la interrelación, el aprendizaje, la movilización, la expresión, la organización y otros objetivos terapéuticos relevantes, con el objetivo de atender necesidades físicas, mentales, sociales y cognitivas. La musicoterapia apunta a desarrollar potencialidades y/o restablecer funciones del individuo para que éste pueda emprender una mejor integración intrapersonal e interpersonal, y en consecuencia alcanzar una mejor calidad de vida, a través de la prevención, rehabilitación o el tratamiento. (Federación Mundial-Hamburgo, 1996).
El uso de la música de forma terapéutica ha demostrado tener efectos beneficiosos en pacientes con problemas psiquiátricos (Shannon K, I’Etoile, MT, 2002). El tratamiento a través de la música mejora la autoestima, aumenta la socialización, disminuye síntomas psicóticos promoviendo la actividad. En pacientes con problemas de drogas asociados a depresión, ansiedad y esquizofrenia, se ha demostrado una mejora de la motivación, del ánimo, de la reducción de la ansiedad y aumento de la alerta y conciencia de estados emocionales (Covington H., 2001) Otros resultados son el aumento de la habilidad de comunicación, una reducción del aislamiento, aumento del interés de estos pacientes por su entorno y de la expresión de emociones.(Amaro L. 1993)
Existen distintos modelos de abordaje en Musicoterapia: (S. Poch, Alvin y otros):
1. Técnicas Activas-Expresivas o de improvisación:
-T. de Improvisación vocal y canto
-T. de Composición-creación de canciones
-T. de Improvisación musical y rítmica
-T. de Creación de instrumentos
-T. de Tocar instrumentos
-T. de Improvisación corporal: movimiento, danza y expresión corporal
-T. de Juegos/cuentos/ sonoros musicales
-Psicodrama musical
2. Técnicas Pasivas- Receptivas o de audición musical:
Técnicas de Audición:
-Receptivas
-Activas
Técnicas de relajación con la música como base para:
-Ejercicios de respiración
-Relajación muscular progresiva (Jacobson)
-Biofeedback
-Terapias cognitivas y terapia autogénica (Schultz)
-Imaginación Guiada (GIM)
-Meditación
Algunas de estas técnicas forman parte de los abordajes o modelos teóricos que utilizamos en el Centro de Tratamiento de Adicciones El Valle, con las adaptaciones adecuadas a cada paciente y teniendo en cuenta la intervención psicoterapéutica integral que se realiza desde los distintos ámbitos del Programa.

Cristina López Santa Cruz. Trabajadora Social del Centro de Tratamiento de Adicciones El Valle. Especialista en Musicoterapia.

El Control: Solución o problema en los trastornos de ansiedad.

Lo que está en el centro de los problemas de ansiedad es el miedo al miedo, el temor a tener sensaciones de descontrol; a lo que se le suma el desgastante y limitante trabajo de hacer todo lo posible por evitar, por no contactar con dichas experiencias como un requisito para poder vivir. Estos esfuerzos son contraproducentes por sus efectos multiplicadores o rebotes que originan y por las limitaciones que suponen en aspectos valiosos de la vida personal. Y es éste justamente el punto en el que la ansiedad se trasforma en desorden, cuando la lucha termina limitando la vida personal.

Los intentos por controlar y suprimir ciertos pensamientos, emociones y/o recuerdos son útiles a corto plazo, el uso prolongado de este tipo de estrategias a lo largo del tiempo resulta, paradójicamente, en un incremento de la frecuencia de dichas experiencias internas.

Las conductas de evitación y escape respecto de los estímulos percibidos como amenazantes, así como las estrategias para cambiar la forma y la frecuencia de los pensamientos ansiosos,  colaboran en el origen de la ansiedad.

Los intentos por modificar esas experiencias personales se llevan a cabo de diversas formas como la supresión de pensamientos, intento de control de pensamientos o emociones, conductas de evitación, etc. Esta tendencia por parte del paciente hace que esos estímulos indeseables estén más presentes en el pensamiento y en la conducta.

Se propone, pues, el abandono de cualquier intento de controlar o de modificar las experiencias personales (pensamientos intrusivos, imágenes o síntomas de pánico, etc). Para ello es necesario aprender a tomar distancia de los eventos internos, práctica de la atención plena, establecer valores personales e iniciar una acción comprometida.

El modelo de la TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMPROMISO no contempla el manejo de la ansiedad como un objetivo terapéutico en sí mismo, sino el principal problema a resolver en los trastornos de ansiedad. Las intervenciones basadas en el proceso de aceptación, como un mecanismo opuesto al control, pueden resultar muy útiles en la reducción de la evitación propia de los pacientes ansiosos.

María Álvarez Arias. Psicóloga del Centro de Adicciones El Valle. Psicóloga Especialista en Psicología Clínica.